Compromiso con el Deseo: Romance lésbico picante con diferencia de edad (Tapa Blanda)
Compromiso con el Deseo: Romance lésbico picante con diferencia de edad (Tapa Blanda)
SERIE ERÓTICA PREMIADA
Cuando los planes de boda de Victoria y Abby son salvados por la dama de honor, Bo McKinnon, surge un romance inesperado. «Tenía la mitad de mi edad, el doble de dominante y estaba completamente prohibida… pero tenía que tenerla.»
Compromiso con el Deseo es una ardiente novela de romance lésbico que sigue a la famosa seductora Bo McKinnon mientras se enamora inesperadamente de una mujer más joven en el marco de una boda en un castillo, entregando una historia de amor lésbico llena de tensión por la diferencia de edad, exploración del BDSM y vulnerabilidad emocional.
Erótica para lesbianas.
⭐⭐⭐⭐⭐ «¡Apasionante, emotiva y te mantiene en vilo! Compromiso con el Deseo ofrece una clase magistral de tensión y deseo, creando personajes tan reales que sentirás cada caricia, cada latido y cada momento de deliciosa rendición.»
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Una boda en un castillo, una chef misteriosa con un pasado oculto y una conquistadora empedernida que quizá por fin haya encontrado a su igual… ¿qué podría salir mal?
Mientras Victoria y Abby luchan por salvar los planes de su boda, su amiga Bo se siente cada vez más atraída por Destinee, la joven chef talentosa pero reservada. Llena de humor, emoción y pasión, esta historia romántica demuestra que a veces las mejores historias de amor comienzan con el caos.
Información de Envío del Libro Impreso:
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Especificaciones del Libro:
Especificaciones del Libro:
Pages : 286
ISBN : 9614622000488
Weight : 278g
Dimensions : 127 x 16 x 203 mm
Descripción Completa:
Descripción Completa:
Una boda en un castillo.
Una conquistadora que por fin ha encontrado a su igual.
Y una química que desafía todas las reglas.
Cuando el lugar de la boda de Victoria y Abby se derrumba dos semanas antes de su gran día, la famosa conquistadora Bo McKinnon ofrece el castillo escocés de su familia como la solución perfecta. Lo que no espera es sentirse irresistiblemente atraída por su joven y talentosa chef, Destinee, misteriosa y reservada.
A pesar de la diferencia de edad y de los mundos opuestos en los que viven, la electricidad entre ellas es innegable. Bo, con su riqueza y su reputación de amar y abandonar, se siente desarmada por el talento y el espíritu indomable de Destinee. Pero Destinee guarda sus propios secretos, y dejar entrar a alguien no forma parte de su plan cuidadosamente protegido.
Mientras los preparativos de la boda avanzan en el castillo aislado, los deseos arden y las relaciones se ponen a prueba. Cuando las verdades ocultas salen a la luz y los corazones quedan expuestos, ambas mujeres deben decidir si son lo bastante valientes como para arriesgarlo todo por una oportunidad de amor verdadero.
Ambientada en un ardiente verano escocés, esta intensa novela presenta la atracción por la diferencia de edad, una exploración profunda del BDSM, una historia de amor entre una mujer rica y otra de clase trabajadora, y el poder sanador de la familia encontrada. Con contenido explícito y una gran carga emocional, Compromiso con el Deseo demuestra que a veces el mayor riesgo no es lanzarse, sino tener miedo de hacerlo.
Esta ardiente entrega de la serie El Despertar del Deseo puede leerse como una novela independiente, pero está conectada con el universo más amplio y con los personajes entrañables que los lectores ya adoran.
Temas y Tropos
Temas y Tropos
- Romance con diferencia de edad
- BDSM / Kink
- La conquistadora cae rendida
- Rica / Pobre
- Familia encontrada
- Romance de boda
- ¡Picante!
Capítulo Uno - Vista Previa:
Capítulo Uno - Vista Previa:
Capítulo 1
El Land Rover Defender tomó la curva a dos ruedas y Abby se aferró al asidero para no acabar encima de Alison. El cinturón se le clavó de golpe en la clavícula.
—Ahí. —Abby señaló el único hueco libre en un aparcamiento que estaba hasta los topes. Justo entonces vieron aparecer por la esquina contraria un Tesla gris. Estaba claro que los dos conductores habían echado el ojo al mismo sitio.
—¡Ni se te ocurra! —espetó Abby entre dientes, mirando a Alison.
La guerra había comenzado.
—Agárrate —gritó Alison, pisando a fondo. Y, justo antes del hueco, tiró del freno de mano, giró el volante a la izquierda y se coló derrapando, soltando un grito de triunfo y levantando la mano para chocar los cinco. Abby intentó corresponder, aunque se había quedado empotrada en el asiento del copiloto como una langosta en una de esas bandejas pijas de Navidad del Tesco. La maniobra de Alison había sido de matrícula, propia de una especialista. Lástima que ninguna de las dos pudiera abrir su puerta.
—Por encima de los asientos y salimos por atrás. —Alison estaba cada día más mandona.
Se pusieron a trepar como buenamente pudieron, a codazo limpio, y salieron por la parte trasera del Defender sin ceremonia, sonriéndole al conductor del Tesla, que gesticulaba como un poseso y parecía a punto de explotar. Abby cerró el portón con aire chulesco y echó a correr detrás de Alison, que ya se largaba a zancadas hacia la terminal de llegadas. Llegaban tarde. Habrían llegado veinte minutos antes de no ser por una caravana de cosechadoras camino del Royal Highland Showground. El vuelo de Bo aterrizaba a las once en punto y ya eran las once y veintitrés.
—No pasa nada —dijo Abby, alcanzando por fin a Alison—. Tardará una eternidad en recoger las maletas. Ya verás, cuando lleguemos todavía seguiremos aquí diez minutos más.
Pero en cuanto miraron el panel de llegadas, vieron que el vuelo de Qatar no había aterrizado a las once, como estaba previsto, sino a las diez y cuarto. Bo McKinnon llevaba más de una hora suelta por Escocia.
—Joder, no me digas que se nos ha escapado. —Alison miró a su alrededor, buscando cualquier rastro de la mujer en la terminal.
—Recuérdame cómo es —preguntó Abby, que hasta entonces solo había visto fotos de la testigo principal de Victoria.
—Metro setenta, ojos oscuros, piel morena y unas cejas de infarto —recitó Alison, como si unas cejas perfectas fueran lo que define a una mujer.
—No veo a nadie que encaje —dijo Abby, a la que solo le llegaba una marea de piel sonrosada y naranja bamboleándose a la salida de un vuelo de Alicante. Se pasó un dedo por la frente y notó una pestaña rebelde fuera de sitio. Justo lo que necesitaba cuando estaba a punto de conocer a la reina de las cejas.
Se separaron. Alison se asomó a WHSmith y a Boots, mientras Abby fue al baño, donde encontró varias cosas cuestionables, pero nada que coincidiera con la descripción de Bo.
—¿Algo? —preguntó Alison cuando volvieron a juntarse frente a la salida de llegadas.
—Qué va. ¿Crees que ya se habrá largado?
Alison negó. ——No lo sé. He intentado llamar a Victoria, pero comunicaba.
Normal que no contestara, aquella mañana había estallado una bomba en mitad de los preparativos de la boda. Quedaban menos de dos semanas y el Manor Park Estate, hotel de cinco estrellas, había quebrado. «Cerramos con efecto inmediato y cancelamos todas las reservas», le soltaron a Victoria por teléfono un par de horas antes. El aire se llenó de tacos cuando colgó, pero a Abby le daba igual dónde se casarán, por ella podían hacerlo en un aparcamiento, mientras pudiera llamar mujer a Victoria.
—Quédate aquí —dijo Alison, largándose hacia la zona de salidas.
Abby se quedó parada mirando las caras de la gente.
—La pasajera Boadicea McKinnon, por favor, diríjase al punto de información. Su transporte la está esperando.
Se giró hacia la enorme «i» y el mostrador vacío. Esto ya rozaba lo ridículo, habían rastreado todo sin suerte y ninguna de las dos quería volver sin la dama de honor. El móvil de Abby vibró. Era Victoria, y su día no parecía mejorar.
«Si Bo está ahí, recogedla. Si no, largaos. Seguro que se ha liado con la tripulación.»
Abby miró a Alison, que reapareció a su lado.
—¿A Bo le van los pilotos o las azafatas? —preguntó.
—Le va todo, y a la vez. —Alison se encaminó al único lugar que aún no se habían atrevido a registrar: la salida de aduanas. Abby contuvo la respiración cuando Alison ignoró los carteles de «prohibido el paso», cruzó la puerta y echó a correr, Abby la siguió y miró por encima del hombro para asegurarse de que nadie las viera.
—¿Estás segura de que esto está bien? —susurró Abby. No era de saltarse normas.
—¿Tienes una idea mejor? —arqueó Alison una ceja. Abby no tenía alternativa—. Eso me parecía.
—¿Puedo ayudarlas? —La voz surgió de la nada y ambas se llevaron la mano al pecho, para acto seguido agarrarse la una a la otra.
—Madre mía, me acabas de quitar tres años de vida que no voy a recuperar —rezongó Alison antes de encararse al agente de aduanas, un armario con patas que las tenía ya enfiladas—. Estamos buscando a una pasajera. Tenía que llegar en el vuelo de Qatar, pero no la encontramos. —Alison echó un vistazo al vestíbulo, ahora desierto.
El tipo frunció el ceño. —Voy a tener que pedirles que…
—¡Bo! —gritó Alison cuando se abrió una puertecita al fondo.
Con una de las sonrisas más flipantes que Abby había visto, Bo McKinnon salió a su encuentro. La confianza hecha persona.
—Alison, cielo. Dios, qué alegría verte. —Se inclinó y le plantó un morreo en toda regla. Abby se quedó boquiabierta. Cuando se separaron, Bo miró a Abby—. No te preocupes, guapa, ahora te toca a ti.
Y, sin más, la besó. Como Dios manda. Totalmente inapropiado. Pero, joder, esa lengua.
—Supongo que tú eres Abby —dijo Bo al apartarse—. Si no, esto puede ser un pelín embarazoso.
Abby permaneció con los ojos como platos. Un aviso no habría estado de más. En serio.
Alison se echó a reír. —Diría que has causado una impresión tremenda.
—Tranquila, no pasa nada. —Bo le colocó a Abby un dedo bajo la barbilla en un gesto que le hizo cosquillas—. Te acostumbrarás a mí.
Abby se puso como un tomate.
—¿Dónde tienes las maletas? —Alison miró de Bo a la cinta, ya vacía.
—Ah, solo me queda esta bolsa de viaje. Son muy estrictos con lo que dejan pasar. En serio, alguien debería actualizarles lo que se considera material obsceno. En fin, ya te puedes imaginar que el regalo de boda se ha ido al garete. —Bo puso los ojos en blanco.
Abby miró hacia la salita de la que acababa de salir Bo, preguntándose qué le habrían requisado y temiendo siquiera imaginar el regalo.
—Vámonos a casa —dijo Alison, enganchando a Bo del brazo y tirando hacia el Defender. Un grito las detuvo en seco.
—¡Señorita McKinnon! ¡Señorita McKinnon!
Se volvieron mientras una joven agente de aduanas rubia corría hacia ellas.
Bo le apretó el brazo a Abby. —Ay, mierda. Creía que me había salido con la mía. Tranquila, les diré que tú no pintas nada, pero… —la miró muy seria—. Si no me creen, no te agobies. Con un culo como el tuyo, en la cárcel te va a ir de lujo.
A Abby el corazón le iba a mil. ¿Pero qué coño…?
—Señora McKinnon, se le ha olvidado… —La chica se detuvo, cruzó la mirada con Bo y le sonrieron los ojos—. Su didgeridoo. —Le tendió una bolsa de plástico transparente con un luminoso…
A Abby la mandíbula casi le hizo clonc contra el suelo. O quizá era su corazón, desbocado.
—Ah, gracias, Denise. Qué detalle. Lo habría echado de menos. —Bo sonrió, agarrando el vibrador con firmeza sin apartar los ojos de la agente.
La rubia se sonrojó y dio un brinquito. —¿Me llamarás? —preguntó tímida, bajando la vista hacia la mano de Bo, que sujetaba ahora el mango vibrador.
Bo soltó una carcajada. —Me extraña que aún le quede batería —dijo con una sonrisa pícara. Luego, guiñándole un ojo, se dio la vuelta hacia la salida, dejando a Abby y Alison mirándose.
—No me digas que has… —empezó Alison.
—¿Que he qué? —puso Bo cara de no haber roto un plato—. Me cachearon buscando material indecente. —Le guiñó un ojo a Abby—. Al menos tuvo el detalle de lavarlo.
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